Debra Figueroa
2 min readOct 22, 2020

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Quisiera saber de dónde proviene la motivación para hacer las cosas que nos gustan. Me refiero a las que no nos son esenciales en cuanto animales. Puedo señalar algunas necesidades y formas de compensación como su fuerza motora, pero no alcanzo a distinguir los mecanismos para la excitación que se traduce en actos y obras concretas más que en imaginaciones y propósitos perezosos. No es que éstos o su haraganería me disgusten; simplemente apreciaría que fueran menos obstinados al hacer proselitismo de la flojera y me permitieran distanciarme un poco, siquiera para analizarlos por medios que no sean ellos mismos.

Se supondría que lo que nos gusta, si nos gusta, es capaz de vibrar dentro de nosotros de manera permanente y llamar nuestra atención, y ocuparnos, en cualquier momento. Un tiempo fue así, y de ahí obtengo esta conclusión. Pero lo cierto es que ahora, incluso sin razones de peso que aplasten y paralicen el entusiasmo, he cedido a la marea del aburrimiento y la desgana incontables veces, tantas y tan próximas entre sí que quizá debería referirme a ellas como una sola. Desde esta barca, que apenas si se mece, puedo enunciar un puñado de pretextos que me impiden escribir, siempre evitando reconocer, excepto hoy, que cuando he tenido la alegre voluntad de hacerlo ha sido robándoles horas a los asuntos obligatorios que me mantienen absorta la mayor parte del tiempo y que, si bien no son necesariamente odiosos, sí me llevan a lamentar no estar enalteciendo mi naturaleza ociosa.

Me angustia pensar que la motivación podría provenir de otras personas. Lo he pensado antes y lo digo ahora que el triunfo de un amigo invirtió el trayecto de esta noche y me tiene divagando sobre lo que estimula mi actitud creativa o al menos hacedora. Y al mismo tiempo me parece muy bella la posibilidad de que la potencia de otros se nos transfiera como la disposición a sacudirnos el letargo. No me interesa saber qué motiva el letargo. Quiero aprovechar este impulso extraordinario para disfrutar la esperanza que trae consigo la ejecución de lo que sea que me dé alegría: la escritura, por ejemplo.

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